Mis Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,
Recientemente, una de nuestras estaciones locales de televisión transmitió un programa sobre qué tan a menudo los católicos reciben el Sacramento de la Penitencia – comúnmente llamado Confesión. Me da gusta que nuestros medios de comunicación locales se interesen en la Iglesia Católica y en la vida espiritual de sus miembros.
Sin embargo lo que me entristeció que todas las personas que entrevistaron son personas que no se confiesan, cuando estoy seguro hubiera sido fácil entrevistar a miles de católicos en nuestra Arquidiócesis que regularmente reciben este hermoso sacramento. Por lo tanto, para que ninguno de nuestros fieles se confunda, les quiero recordar lo siguiente:
Es la enseñanza clara de la Iglesia Católica que fue Cristo, Nuestro Señor, quien estableció el Sacramento de la Penitencia cuando dio a sus sacerdotes el poder de personar pecados en Su nombre. La confesión con un sacerdote no es un invento humano1, sino un mandamiento dado a nosotros por Dios mismo.2 (Juan 20, verso 23)
Todos los pecados mortales aún no confesados, que un cuidadoso examen de conciencia nos recuerda, deben ser confesados en el Sacramento de la Penitencia. Muchas personas, hoy en nuestro mundo secular han perdido el sentido de pecado serio. Faltar a Misa los domingos sin excusa es un pecado mortal, pecados sexuales como la pornografía del Internet y el odio contra nuestro prójimo son solo unos de los pecados que debemos confesar. La confesión de pecado serio es el único medio ordinario de obtener perdón.3
Cada uno de los fieles que ha llegado al uso de razón está obligado a confesar sus pecados mortales por lo menos una vez al año y siempre antes de recibir la comunión.4
Todo católico que piense que el Sacramento de la Penitencia es opcional, o que no necesita ir a la Confesión, está seriamente equivocado. Tales personas se están privando a sí mismos de una de las más grandes fuentes de gracia y, en consecuencia, pueden estar poniendo sus almas en peligro
Sin embargo, mis queridos amigos, mientras que debemos recordar que ir a la Confesión es un deber, nunca debemos olvidar que es ante todo un regalo, un privilegio y una gracia. Es por esto que la Iglesia nos recuerda que la Confesión frecuente, aunque sólo sea de pecados veniales, es una gran ayuda espiritual. Por cada vez que hacemos una buena confesión, los pecados se perdonan y somos reconciliados con la Iglesia. En este sacramento el estado de gracia, si se perdió, es recuperado, el eterno castigo que nuestros pecados merecen es borrado y nuestro castigo temporal es disminuido. En este sacramento obtenemos paz en el corazón, serenidad de conciencia, consolación interna y una nueva fuerza en el espíritu para la lucha de nuestra vida cristiana.5 Qué tesoro nos ha dado Nuestro Señor en este Sacramento de misericordia!
Sinceramente suyo en el Señor Resucitado,
Reverendísimo Arzobispo Michael J. Sheehan
Arzobispo de Santa Fe
Notas:
1 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica 298, 307
2 Concilio de Trento DS 1680
3 Catecismo de la Iglesia Católica 304
4 Catecismo de la Iglesia Católica 305
5 Catecismo de la Iglesia Católica 310